Casa del que Mató al Animal 3 oriente Nº 201
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El que mató al animal
La
casa del que mató al animal está ubicada en la calle 3 oriente Nº 201,
esquina con la calle 2 sur, en pleno centro histórico de la ciudad de
Puebla, a espaldas de la Catedral. A principios del siglo XX fue el
Hotel Italia; alrededor de 1940 fue vendida al coronel José García
Valseca, y actualmente es ocupada por la Organización Editorial
Mexicana, que edita el periódico El Sol de Puebla.
Cuenta
la leyenda que por aquellos años del siglo 16, vivía en la ciudad de
Puebla, un hombre viudo que sólo poseía entre sus riquezas a sus dos
hijos, un pequeño que rondaba los 6 años de edad, y una bella joven de
nombre María que había alcanzado el clímax de la juventud desenfrenada.
En el transcurrir del tiempo, María se enamoró de un soldado que todos
conocían como Juan Luis, quien le juró fidelidad absoluta, y para
demostrarle su amor, una tarde el joven soldado decidió visitar al padre
de María para pedirle la mano de su hija. Éste lo recibió en su casa, y
al notar su carácter afable, decidió escuchar su petición. Platicaron
de un sin fin de cosas, hasta que el padre de María escuchó sobre la
afición de Juan Luis por las armas; de pronto, la respuesta fue tajante,
y la petición de aquel joven, le fue negada. Por esos días en diversos
rumbos de la ciudad de Puebla, apareció una gigantesca y espeluznante
serpiente que paralizó a los habitantes de la pacífica localidad. Se
trataba de un animal de enormes dimensiones con varios metros de largo,
que abarcaba una calle entera, y que tenía una temible cabeza por la que
asomaban sus filosos colmillos. Desde su aparición, el pánico se regó
como pólvora entre los moradores, quienes no salían de sus casas, no
acudían a sus trabajos y los comercios permanecían cerrados, por lo que
el Ayuntamiento y el virrey ofrecieron una recompensa a quien lograra
capturar y acribillar a la terrible bestia, pero ningún hombre se
atrevía. Una tarde, la gigantesca serpiente se arrastró por la acera
hasta llegar a una casona humilde, hecha de adobe y con agujeros por
todas partes. La casa a la que había llegado era la de María, en donde
su hermano de seis años se encontraba plácidamente jugueteando con los
diminutos muñecos de madera que poseía. Con ojos enfurecidos, la feroz
serpiente observó al pequeñuelo, mientras que por su hocico desprendía
glándulas de saliva a la vez que dejaba expulsar su prolongada y
repugnante lengua. Sin dejar escapar a su presa, el gigantesco reptil se
abalanzó contra el niño, quien sólo pudo responder con un gesto de
pánico. En segundos y de un solo bocado, la bestia le devoró la cabeza
succionándola instantáneamente. El pequeño cuerpo de aquel inocente
infante se desvaneció y el piso se inundó de sangre dejando un inmenso
charco rojo.La noticia estremeció a María y a su padre, quien abatido
por tan terrible desgracia, internó a María en un convento, mientras que
con los pocos bienes que aún poseía ofreció una recompensa a aquel que
aniquilara a la terrible serpiente. Y aunque pocos se atrevían a
enfrentarla, fracasaban en su intento. Un buen día, se apareció un
jinete aguerrido con el rostro oculto por la visera de un casco llevando
consigo una espada, y decidido a asesinar a la espeluznante bestia.
Algunos pobladores lo observaron desde los cristales de sus ventanas y
entre gritos, clamaban su valentía. De pronto, el jinete vislumbró a la
serpiente desde el lado opuesto, y corrió en su persecución; atravesó a
todo galope la plaza y le dio alcance. Ante una lucha desenfrenada, un
tajo certero de la espada arrancó la cabeza del reptil que en su agonía
se zangoloteó con desesperación hasta que murió. Así, este hombre fue
bautizado como “el que mató al animal”, quien generosamente fue
recompensado por su valentía con una modesta casa y un título de
nobleza. El padre de María, al descubrir que aquel jinete que desafió y
asesinó a la bestia se trataba de Juan Luis, le otorgó la mano de su
hija para que llevaran a cabo el sueño de unirse en matrimonio. La boda
se celebró y los habitantes de la ciudad de Puebla pudieron recuperar
nuevamente la tranquilidad. Desde entonces en Puebla, se recuerda la
grandiosa hazaña del “hombre que mató al animal”.
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